Entendido mi general

Santos Luzardo / Venezuela RED Informativa.us
Un militar debería emplear lo que aprendió para los fines que lo aprendió, por lo que juró y por lo que la Patria lo adoctrinó. De acuerdo con esto: la Patria y el honor son primeros.
En épocas pretéritas, la virtud era la razón de vivir y la gloria el premio. Fue pletórica de gallardía la vida de un militar y las damas bien que aspiraban recibir la decente atención de un digno miembro de las FF.AA., al punto que el pueblo les cantaba versos de nobles reconocimientos.
Hoy, junto con la caída de una República más, cayó todo lo bueno de los militares. Dijo El Libertador en su mensaje a la Convención de Ocaña: «… los soldados, que son los más crueles, como los más tremendos cuando se hacen demagogos».
¡Que tristeza! ver cómo hoy el oficio de mayor decoro de la República se convirtió en el arma para la esclavitud de un pueblo, del pillaje, del crimen y de la vergüenza.
Ahora los militares quieren dinero fácil y mal habido, no gloria. Ahora no son héroes, son politiqueros. Llegaron a protestar en Altamira cual burócratas, campaneando whisky y haciendo otras insensateces.
Protestan en las redes por la mala atención de la que son víctimas lastimeras en violación de derechos adquiridos, en un Estado sin derecho, como ellos mismos viven denunciando. En la más bondadosa evaluación de esos reclamos se puede calificar de incongruente e inexplicable.
Se percibe en el discurso colectivo del militar en situación de retiro, un dejo de sumisión y súplica por la presunción infundada de un destello inusitado de bondad de los tiranos, frente a la trágica derrota del humillado.
El camino es el que señala el clarín de la Patria en su llamado de auxilio, nunca cambiará aunque muchos lo hayan usado como retórica engañosa aludiendo a legendarias proezas que ya no serán más que el recuerdo mezquino de lo que no se es capaz de hacer.
Mientras tanto, la atención de los traidores se enfoca en mantener contentos a los neocolonizadores para ellos vivir con dinero, aunque en la desgracia del deshonor.
El pueblo que siga siendo lo que decidió ser.
Que dilema tan duro y triste nos han dejado los malos políticos: guerra o esclavitud. Tener que volver a los bríos del siglo XIX, por los meros oficios de la dignidad que el Estado no garantiza a sus ciudadanos.
Un militar me contó de la solemnidad sacra y sin igual que, con el sable empuñado, hacían los hombres de la gloriosa carrera de las armas para prestar juramento ante Dios, la Patria y la Bandera.
¿Juran ustedes a Dios y a la República, en presencia de esta bandera, defender la Patria, sus instituciones y su pueblo hasta perder la vida, si fuese necesario y no abandonar jamás a sus superiores?
Sí, lo juro.
Si así lo hiciereis mereceréis el bien de la Patria, si no, seréis castigados por la ley.
Se oye el toque de oración.
ESE TOQUE DE ORACIÓN QUE ACABÁIS DE ESCUCHAR, OS RECORDARÁ DIARIAMENTE LA PROMESA QUE ACABÁIS DE PRESTAR.
De la Orden de los Caballeros de Fénix