El Fogón de la Editora

NO ESTAMOS DE MODA

Yolanda Medina Carrasco / Venezuela RED Informativa.us

El lucrativo negocio de explotar el sufrimiento de los venezolanos está en vías de extinción. Leopoldo, Julio, John, Sta. Lilian y un bojote de fariseos más, mataron su gallina de los huevos de oro.

Y aunque el país y los millones y millones de venezolanos que están dando tumbos por el mundo no hayan mejorado en forma alguna su mala situación, para todos estos sinvergüenzas de la era Guaidó ya el país y su gente dejaron de ser su disco rayado.

Como cochino frito dentro de una cachapa con queso, quedó atrapada la suerte de tantos paisanos nuestros en manos de todos esos zánganos que se robaron la plata, las medicinas y los alimentos donados por el mundo. Hoy la crisis humanitaria generada por la situación en Ucrania, las tremendas tensiones que nunca terminan en Oriente Medio y la perdida de la “buena fe” del mundo por las terribles denuncias sin respuesta sobre los dolos, las malversaciones y los derroches personales de quienes golpearon hasta romper la piñata de las ayudas internacionales, terminó con muchas posibilidades de auxilio hacia un pueblo destrozado por el hambre y las calamidades.

La oposición venezolana, arreglada en México con el régimen ilegitimo, también convino y pactó la invisibilización de los tremendos problemas que padecen los migrantes venezolanos regados por el mundo.

Ambos, oposición y dictadura, juegan a decir que en “Venezuela todo está bien”, que “allá no pasa nada”. Cuando los que estamos afuera sabemos que los problemas migratorios a los cuales se enfrenta nuestra gente cada día, en docenas de países del mundo, cada vez adquieren más tamaño.

No es ni bastante ni suficiente que a un venezolano le llegue el pasaporte a su casa, esté donde esté. En un ambiente internacional cada día más rudo, con opciones cada vez más restringidas para las masas de inmigrantes que buscan rehacer sus vidas fuera de sus hogares, las cosas no son ni fáciles ni rápidas tampoco.

Tanto afuera como adentro, contamos solo con nosotros mismos para avanzar como gente, como raza, como familias. ¡Dios bendito: protégenos!

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