El Fogón de la Editora

¡QUÉ PLAGA!

Yolanda Medina Carrasco / Venezuela RED Informativa.us

La malaria, el paludismo y las guerras civiles casi acaban con la Venezuela del siglo XIX. Desde un poco antes de 1810 hasta bien entrada la Era Gomera, nuestro país, poblacionalmente, no creció; se estancó en una cifra cercana al millón de habitantes durante casi un siglo.

Muy por el contrario, el país durante casi todo el siglo XX se dedicó a mejorar la salud de su gente. Tanto las dictaduras como la democracia llevaron a cabo un esfuerzo monumental para sanear las aguas, tanto urbanas como rurales. Manejar los desechos y llevar a cabo incesantes campañas de vacunación y control de enfermedades estacionales.

Esa sí que fue una auténtica revolución; garantizarle larga vida y buena salud al venezolano. Así fue como el país se construyó por debajo de la tierra. Las tuberías de aguas enterradas a todo lo largo y ancho de Venezuela fueron las que acompañaron el crecimiento de nuestras ciudades y de nuestros pueblos.

Los adecos refunfuñaban porque las tuberías que metían debajo de las calles no se veían, no se notaban como obra de gobierno, y no producían tantos votos como todo aquello que se alzaba por encima del pavimento. Pero igual hacían lo que debían hacer.

En cambio hoy, por el contrario, estas malas bestias que saquean nuestro país ni construyen, ni reparan, ni mejoran; solo parchan, remiendan un sistema de aguas que lleva décadas prestando servicio ininterrumpidamente. Eso hace que las viejas enfermedades, ya erradicas del país, regresen con más fuerza. La batalla ganada a la suciedad y la inmundicia se ha vuelto a perder, ciento y tantos años después de haber controlado sus causas. ¡Hecho en socialismo!

El régimen ha acabado con la salud pública. Ha cambiado a los médicos venezolanos de verdad-verdad, por cubanos ignorantes disfrazados de chicheros que no saben nada de nada.

No tienen cómo ocultarlo. El país cada vez está más enfermo y cada vez está más vacío; no se puede esconder detrás de los siete restaurantes nuevos de Las Mercedes, ni en la media docena de edificios de extremo lujo construidos por y para enchufados.

Porque lo cierto es que, otra vez, Venezuela cada vez se parece más a un enorme pueblo fantasma.

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