Opinión

Resistencia universitaria en Venezuela

Orlando Peña / Venezuela RED Informativa.us

Mientras que en nuestro país sea el Estado quien domine todos los poderes y lleve el control de la economía, y no sea la nación, los ciudadanos, los que ejerzan los poderes y administren la economía, así como todas las riquezas que posee en recursos naturales, en Venezuela no habrá justicia social. En la plenitud del siglo XXI, cuando se ha perfeccionado la democracia en muchos países, es un disparate que el Estado se imponga sobre la nación y no sea ésta la que gobierne al Estado. La riqueza de un país la producen sus ciudadanos y no el Estado. Las sociedades evolucionan, se perfeccionan, la vida cambia, al igual que la ciencia. Para que haya paz y desarrollo en la sociedad resulta necesario que haya justicia social mediante el reparto justo de la riqueza y de los bienes, fundamentada en la Constitución, las leyes y normas, lo cual no se cumple en nuestro país. Y es lo que estamos resistiendo los profesores universitarios en este momento decisivo. No podemos permitir que nos sigan tratando como indigentes. Somos docentes. Somos la verdadera riqueza del país, su valor más fulgurante, la fuerza que da forma a la personalidad de nuestra juventud.

Por ello no hay un arma más poderosa que la unión, como en los coros musicales que mantienen la potencia del canto en la unidad monolítica de una sola voz. No nos cuesta nada luchar por lo que por justicia nos pertenece y este es el momento oportuno que no debemos desestimar enfrascándonos en discusiones banales, que no conducen a nada, que nos alejan del verdadero objetivo que es hacer valer nuestros derechos. Si no despertamos en este momento seguiremos hundiéndonos en un abismo de fracasos. Pero no sólo está en juego nuestro presente sino también el futuro de nuestros hijos, de las nuevas generaciones. La única herencia que dejaremos a nuestros hijos es el tesoro de la educación. No dejemos que terminen de destruir la obra que hemos construido.

Si luchamos por la prosperidad y el desarrollo del país, no aceptemos que nos impongan la pobreza y la desigualdad, que se vulnere la justicia social. Con nuestras ideas podemos crear procedimientos de lucha que garanticen nuestros derechos sin que atropellen nuestra dignidad y podamos continuar nuestra lucha por el progreso de la nación. Sin una base económica sostenible no hay bienestar. Educamos para ser felices y vivir en paz.

Finalmente debo aclarar que sólo me conformo que se entienda el mensaje que doy en este texto. Cuando los políticos usan el lenguaje con el fin de encubrir las verdades lo que buscan es degradarlo o imponer su ideología engañando al lector u oyente incauto. Este no es mi caso. Para mí la palabra es sagrada, nos ha hecho humanos. Llevo más de sesenta años hablando, escribiendo y estudiando la lengua castellana, por lo cual le doy gracias a Dios por ser hablante de una de las lenguas más antiguas y bellas del mundo. Siempre tengo en cuenta la preciosa frase que emplea Gonzalo de Berceo en Los milagros de nuestra señora, obra literaria magistral considerada, junto al Mio Cid, la partida de nacimiento del castellano: “Quiero fer una prosa en román paladino, en la cual suele el pueblo fablar a su vecino; ca no so tan letrado por fer otro latino. Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino”.

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